Mayte Albores

Normalmente lo que escribo lo tengo en la cabeza, en los ojos, en la piel, en el cuerpo... no necesito pensar...

¡Lo que escribo soy yo hecho palabra!



El fuego se apaga con sed.
Al final todo será un mismo infierno que aprendemos a amar ¿será, eso, la felicidad?


Aprieto los labios
con la fuerza
de dejar
mi boca morada.

Los gemidos, internos,
se agolpan al deseo de salir
en un grito espantoso detenido
en nudo
de garganta.

Todos los derechos Reservados en el Registro de la Propiedad Intelectual

jueves, 27 de enero de 2011

Buscando almas de colores




Aprieto el estómago,
para que condene hacia abajo,
y guarde más adentro,
la lengua.

Porque ir hacia la luz,
es caminar
en contra de la sombra.

Y hoy, tú,
eres del burro, las riendas,
con la amenaza
del bozal de un perro.

No me rindo,
aunque no siempre,
vayan a favor los vientos.

Y ni gasto energías,
ni desgasto,
los momentos que son míos,
por luchas que no lo son.

No quiero hablar de guerras,
sino de curaciones,
cambiando los corazones negros,
por almas de colores.

No siempre reconocemos los errores,
y ese es el peor castigo,
de pertenecer a esta humanidad.

Voy llena de amor,
y soy tan loca como adúltera,
y aunque creas que nada me importa,
siempre, me importas tú,
cualquiera que sea tu nombre,
cualquiera que sea tu cuerpo,
quiero saber, lo que tienes que decir.

Para querer, no tengo norma,
pero ser humana, me desborda,
y mis debilidades me recuerdan,
todo lo que debo cambiar.

jueves, 20 de enero de 2011

Zorra herida

Una zorra herida,
eso era ella.

Y sólo una zorra herida,
como ella,
era capaz de esconderse,
entre el profundo de las raíces,
y bajo tierra.

Lamer la sangre de sus heridas,
en la intimidad del refugio,
camuflada por el día,
y sembrada entre las piedras.

Cayendo de la luna,
en la noche,
liberándose como una fiera,
aullaba desgarrando,
jugaba a ser fuerte,
una loba,
que pone en el espacio,
su nombre por bandera.

Su voz desmoronaba,
los sueños acumulados,
por años sin presencia,
en un mundo que se ha ido anulando,
y ya no sabía dónde ubicarse,
o dónde plantar su huella.

"Pobre zorra",
le escupían,
mas abandonada a la locura
de ese mundo,
donde no existía el castigo,
gritaba llorando y riendo,
y aullando repetía:
SOY UNA LOBA.

Qué agonía,
la del desamparo de la razón,
qué dolor,
la de la soledad del látigo,
en esta dictadura alineante,
que obliga a que una sirena,
se sienta zorra,
y reclame su papel de loba,
cuando sólo es una humana
que huye de si misma,
sin ser consciente que su huida,
no es de su cuerpo,
sino del dictamen de un mundo
que se convierte en cárcel.

Su inconformismo la ha liberado,
del militarismo,
de ser sólo un elemento más.

Mas si la locura,
la desligó de ser un número inválido,
la condenó a recrearse en un lugar,
dónde ya nada importaba,
porque nada más le haría daño...

Aún, después de muchos años,
aún, oigo sus gritos,
los de aquella zorra,
que,
gritaba llorando y riendo,
y aullando repetía:
SOY UNA LOBA.
                                                               Mayte Albores
Todos los derechos reservados en el Registro de la Propiedad Intelectual


sábado, 8 de enero de 2011

Somos vaho...



Estrangulando la mañana,
para encontrar
la ausencia del tiempo,
mientras permaneces
a mi lado,
en este invierno
que se hace cálido,
cuando me acompañas.

Hundo los dedos en tu carne,
presionando contenida,
tu piel caliente,
suave,
libidinosa,
bajo mis manos.

Porque cada poro de tu piel,
huele diferente,
olfateo sin descanso,
como una perra,
que descubre por primera vez,
los rincones de una gran avenida,
que no tiene límites.

Tu latido es la cuna
donde descansan mis deseos,
que se extienden
hacia arriba,
a los tejados,
vecinos de esas estrellas
a la que llamas ojos.

Y en el espejo de tu mirada,
susurro en silencio,
profunda y salvaje,
que me devuelvas este corazón,
que ha saltado suicida
al cruzarse con tu cuerpo.

Mis lamentos te rodean,
suplicándote más piel,
cuando saboreo
el contorno de tu cintura,
una,
y otra vez,
como si en el segundo de antes
no hubiera posado mis labios,
y pasado mi lengua,
como el pequeño pincel
que busca el arco-iris.

Te deseo más y más,
y no tengo saciedad alguna,
a pesar de estar exhausta...

En el arco de mi columna
el movimiento del placer
se inclina a ti,
sobre este cuerpo tuyo,
donde se construye el pentagrama
para escribir mi vida,
y donde suena el acorde
que me hace vibrar.

La estancia,
es un espacio sin gravedad,
donde flotamos entre el vaho
de nuestras respiraciones,
fusionadas en una,
y que chorrean como el rocío,
por los techos y los cristales,
que huelen a nosotros.

Hoy, ahora, más que nunca...

MÁS PUTA QUE NUNCA:
UN ALMA SE VENDE
POR SENTIR UN ESCALOFRÍO
INDESCRIPTIBLE