No es un salgo de fiesta
y un follemos
y un cada uno a lo suyo.
Que no es un polla por coño
ni un vacío que cuaja independiente
pero acompañados y desconocidos.
Que no es un Paco, un Juan
o un cualquiera
con una vida cualquiera
que me importe
tan poco como un pito.
Que eres tú.
Eres tú. Es tu nombre.
Son las ganas de no pasar
de la primera letra del abecedario
y repetírtela
alargándola tanto
como las carreras que hace mi aliento
del ombligo a tu boca.
Que no es un Manolo, un menganito,
un fulanito o cualquier hijo de madre.
Que eres tú. Eres tú
entrando en esta planta carnívora
que te muerde al ritmo de una góndola.
A la deriva, y derivándonos.
Que son nuestras manos
a cuatro manos
achicando agua del suelo de este barco
para llegar al borde de todo borde
cuando jugamos a los extremos.
Que eres tú.
El que me abre las piernas
quien les cambia el significado
y convierte mi cuerpo en almíbar.
(Mierda, la he vuelto a joder
¿lo ves? ni sé hablar
ni sé ser una romántica:
hagámoslo de nuevo
y te lo explico)