Mayte Albores

Normalmente lo que escribo lo tengo en la cabeza, en los ojos, en la piel, en el cuerpo... no necesito pensar...

¡Lo que escribo soy yo hecho palabra!



El fuego se apaga con sed.
Al final todo será un mismo infierno que aprendemos a amar ¿será, eso, la felicidad?


Aprieto los labios
con la fuerza
de dejar
mi boca morada.

Los gemidos, internos,
se agolpan al deseo de salir
en un grito espantoso detenido
en nudo
de garganta.

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domingo, 28 de junio de 2015

A...

"Ciegos son aquellos que no ven lo invisible"
 Carlos Edmundo De Ory 


Al origen, al estado primigenio,
al caos amniótico de flotar
al mamar antes de abrir la boca

Al parir sonidos antes que palabras
a cualquier rebozo para sonreír 
al mirar de frente hasta atravesarnos

Al azar de ser esto
respirar, respirar contando las veces
al ese no olvidar de que estamos aquí

Al recluir las horas muertas en la vida
al vivir matando el tiempo
al matarnos de tanto apurar la máquina

Al beso y al vértigo
al des-etiquetar la piel de nombres
al nombrar amantes que cubran la mañana

A la desnudez entre la ropa
Al no buscar motivos y al seguir
Al  amar, siempre amar,
aunque no volvamos a vernos
aunque no volvamos a hacerlo.


 

 

jueves, 25 de junio de 2015

Vivir

Hace más de un año que no escribo en este espacio en particular, y en general hace ese mismo tiempo, más por aislamiento, por un decepcionante desespero de incomprensión.


A veces, escribir era encontrarme, también conocerme.
Hablo de mí, de mi vida, de lo que veo en ella y lo que siento y percibo de alrededor. Esto hace que sea incapaz de reconocer si acaso puedo ubicarme en algún género. Y es que eso de etiquetarme me pesa y, de algún modo, no sé si estoy preparada para responder a las demandas que supone un "apellido".


Me llamo Mayte, pero no siempre me he llamado así. Mi familia no me conoce por ese nombre, nombre que me cambié a los 10 años y con el que me conocen todos los que llegaron después de esa edad. No sé si apuntaba maneras mi lengua extraña.

Estoy decepcionada con la última década vivida. Años que se han ido perforando en mi interior y me han ido enfermando toda la energía y vitalidad de la que se supone disponía para tirar como una díscola animal.

Siempre fui algo "fierecilla", pero sana y  buena persona.
Hay cosas que sólo los demás podrán decir, porque yo no me caigo a mí misma ni bien ni mal, pero lo de buena persona puedo asegurarlo. De hecho, es por eso por lo que como algo habitual se me toma el pelo aún a mis ya 35 años cumplidos.


Hace un año y medio que me operaron. Me he recuperado de esa cirugía. Pero no de todas las cicatrices que hacen temblar a diario.
Hoy he pasado mala noche. He tenido dolor. Ataques de ansiedad. A veces fumo un poquito de verde y medio, y bebo cereales fermentados.

No sé qué voy a hacer con mi vida, porque no sé qué va a hacer la vida conmigo.

Diez años, mi única juventud, de lágrimas, de lucha, de una fatal esperanza que al final termina siendo como una inquisición.

Llevo casi un año intentando recuperar algunos pedazos de lo que fui, sabiendo que si fui nunca volveré salvo en esos pedazos.

Casi 10 años porque un día alguien decidió atropellar mi vida, cortarme en rodajas, descoserme, acelerar mis arrugas. Y desde entonces, procuro más que nunca ponerme siempre en el lugar del otro, en el agujero del otro, en el nombre del otro.
No sé si esto me ha ayudado a ser mejor persona, pero desde luego sí que me hizo mucho más infeliz, a mí y a todos los que me rodean.

En este país la justicia no es igual para todos. No es gratuita. No es fácil ni libre. No está limpia de mafias y corrupción. Y yo, a día de hoy padezco las secuelas de aquel alguien que decidió atropellar mi vida, cortarme en rodajas, descoserme, acelerar mis arrugas.


Siempre pensé que "El sexo de boca en boca" aquel libro juguete roto era una reconquista del mundo (al menos, del mío), ahí cuando todavía la vida olía a flor siempre a punto de abrirse. Hoy, me voy desmoronando e intento hacer cuentas honestas para seguir en pie a pesar de la miseria.


Al final, todo queda en una huella en uno mismo. Y observas cómo el desarrollo convierte seres únicos e individuales en instinto de hienas. Todo es dinero, y con él en su exceso o ausencia, amargura.

Ya no sé si odio mi condición de mujer en este mundo masculino.
Mi condición de civilizada en este mundo infame.
Me pregunto a qué y para qué, a dónde llegarán mis letras y si lo harían más lejos de lo que lo estoy haciendo yo.

Justicia, no sé, es posible que dentro de otra década. Hoy, no.




MÁS PUTA QUE NUNCA:
UN ALMA SE VENDE
POR SENTIR UN ESCALOFRÍO
INDESCRIPTIBLE